Cuando perdemos a alguien solo pensamos en lo mucho que le hemos querido y que podríamos hacer para recuperar a esa persona, para que volviera a nuestro lado y así poder volver disfrutar de ella como si nunca se hubiera ido. Cuando tenemos que tomar una decisión en la cual hay que escoger entre dos caminos diferentes siempre queremos saber el final para nunca equivocarnos, aunque siempre he pensado que en la adolescencia y juventud es la edad perfecta para cometer errores una y otra vez para después aprender de ellos. Y cuando tenemos sueños es mejor perseguirlos y comportarnos como niños para que cuando sea viejecita pueda pensar: "hice lo correcto y nunca me quede con las ganas de saber si lo conseguiría o no".
Porque cuando te tengas que poner frente a lo que se te viene encima es mejor pensar: "Nunca digas nunca" y no abandonar, para demostrar lo que eres y en lo que te has convertido durante todo este tiempo.
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